No recuerdo que día de la semana era, ni siquiera recuerdo la hora, sé que era muy tarde y estaba exhausta. Estaba sentada en el comedor de mi casa, la noche era oscura y silenciosa, prendí una pequeña lámpara para no molestar a mis ojos cansados.
Llevaba ya noches enteras sin dormir, y la profecía se cumplía “ya nunca más volverás a dormir”, o más bien, “ya nunca más volverás a dormir igual”. Igual sin preocupaciones, sin una sensación en tu cuerpo de alerta, sin un compartimiento en tu cabeza exclusivo para detectar el menor ruido que genere tu bebé. Igual sin una intuición súper desarrollada que antes de que tu bebé se mueva tú sepas que ella te necesita y ya estés ahí esperando a que te llame o abra los ojos.
Apenas habían pasado unas semanas desde el nacimiento de mi primer hija, y bueno, no fue como esperaba.
Te cuento un poco, pues sigo procesando lo que sucedió, sigo haciendo las paces, creo que ya lo acepté pero eso no quita que siga acomodando partes de mí que aún siguen en duelo por lo que no fue y tanto quería y por lo que aún duele.
Desde antes de embarazarme siempre soñé con dar a luz de forma “natural”, era un deseo de mi alma. Quizás lo idealicé de más, quizás me lo contaron de una forma que no siempre sucede así, y eso sí, tenía muchas expectativas sobre qué y cómo es dar a luz.
Tal vez este sea tema para una próxima carta, pues lo que he descubierto en mí e integrado es profundo, pero lo que sí te digo es que pensaba que parir “así” (de forma natural) te hacía “más mujer”, ¡y más equivocada no podía estar!
Mi parto terminó siendo cesárea y tal vez por no haberlo puesto en mi menú de opciones y por no haber preguntado qué esperar, yo creo que todo se volvió 100 veces más intenso y más shock.
Y es que a mí nadie me dijo cómo es entrar en un quirófano frío con luces blancas y deslumbrantes, y todo lo que ahí sucede, nadie me dijo cómo es la recuperación ni qué puedes sentir en tu cuerpo, cómo tu cuerpo tarda tiempo en recuperarse, a veces meses, nadie me dijo cómo cuidarme, yo busqué respuestas y apoyo, yo busqué a mujeres madres que habían pasado por algo similar y que me dieron consuelo, apoyo, y sobretodo, inspiración y fuerza.
No sé si es por dónde vivo o si más bien simplemente han puesto al parto natural y de cesárea como algo rutinario, “normal”, quizás hasta fácil, y pues que cada mujer le haga como pueda. Creo que como sociedad se nos ha olvidado el gran rito de paso que es parir, lo sagrado y salvaje que es, lo místico y animal que conlleva dar a luz a un ser. Es un milagro y es muy crudo a la vez. Creo que no se habla demasiado sobre su belleza y su oscuridad, pero como te digo esto da mucho para otra carta.
Recuerdo haberle dicho a mi ginecólogo a las supuestas seis semanas que te dan de alta que todavía me dolía la herida y el abdomen, y que al caminar sentía una punzada en el nervio, le pregunté si necesitaba ir a terapia física, y él simplemente se rió de mí, literalmente, y me dijo: “es normal, te acaban de hacer una cesárea, algún día vas a estar bien”.
Me llené de rabia y a la vez me sentí tan vulnerable e incomprendida, como si mi pregunta hubiera sido una tontería, cuando solo buscaba sentirme mejor. Y es que hasta dudé de mí, pues el mundo espera que “estés bien y actúes normal” cuando acabas de pasar por uno de los momentos más importantes y transformadores de tu vida que piden todo de tu cuerpo, mente y alma para poder cruzar a la otra orilla y traer a tu bebé contigo.
Y sí, me sentía mal, me dolía el cuerpo, y para ser sincera me dolía el alma. Entrar a la maternidad para mí no fue nada romántico, fue como ser arrastrada y revolcada por una ola masiva de 15 metros, sentía que se me acababa el aire mientras la arena raspaba mi piel.
Te lo voy a decir tal cual, en sentido simbólico y literal, para poder parir me partí en dos, así me sentía, era como si mi cuerpo no estuviera “unido”, estaba fragmentado. Tenía mucho miedo de sentirme así y que no se me quitara mi dolor físico y emocional, sentía que era la única viviendo esta experiencia y que nadie realmente me comprendía, hoy sé que no es así, pero cuando estás pasando por momentos difíciles creo que todo se vuelve más “difícil y oscuro” hasta que pausas a escucharte de verdad tú a ti misma, a sentirte de verdad, a tu cuerpo y a tu corazón.
Y es que en este mundo todo es dual, por un lado es el milagro de la vida, y por otro, tuve que partirme en dos para poder dar a luz. El problema es cuando te polarizas en uno y juzgas al otro, ahí es cuando sufres y no ves la salida. La clave, como en el Tao, es el camino del medio, y no hay medida para ello, sino tu propia medida, tu propio “medio”. El cual solo lo descubres al caminar, caminar la vida desde tu corazón, tu intuición, tu sentir, ese el único saber.
No me mal entiendas, mi parto fue lo que tuvo que ser y pasaría por el mil y un veces para traer a mi hija a este mundo, lo único que quiero hoy compartirte aquí es que yo no sabía que en un nacimiento no solo hay energía de vida sino también hay energía de muerte, ahí estuvo mi sufrimiento.
Pues para poder parir, para poder dar vida a algo nuevo, tienes que soltarlo todo, “entregarte”, dejar cualquier identificación de quién eres y de qué eres capaz y abrirte a la vida, a que fluya a través tuyo y te atraviese. Te transforme. Ya no estás tú al control, la Vida busca vida, y creo que eso duele hasta que te entregas, hasta que ves lo que antes no podías ver para poder recibir lo que antes no podías ni sabías, una nueva forma de ser y de estar, de dar, de ponerte al servicio, de amar, u sobretodo, de amarte. Ese es el destino siempre, aprender a amarte.
Bueno, y toda esta historia, para decirte que en esa noche oscura y silenciosa, volví a mí, a mí centro.
Me costó, me costó mi vida pasada, me costó ver y aceptar lo que fue y lo que es, me costó reconocer mi dolor físico y emocional, me costó mirar mi herida para poder finalmente agradecerle y darle la bienvenida en mi vientre para siempre.
Esa noche recordé, pues de la nada mis manos tomaron una pluma y un papel y emperezaron a escribir. Era como si mi alma me estuviera dando un mensaje, o más bien, me estuviera recordando que en esos momentos difíciles, siempre, lo que importa es “volver a mí”, porque ahí está la calma y las respuestas, el descanso y la verdad, la fuerza y la suavidad. Porque ese es el único camino para dar y hacer sentido de lo que fue y lo que es. Porque solo así se avanza.
Porque volver a mí es lo que queda cuando no queda nada más que lo que realmente hay y es, lo que verdad, el amor hacia mí, mi camino, mi historia, mi esencia, mi hija.
Porque cuando vuelvo a mí no hay dificultad que no se traduzca a milagro.
Y mi cicatriz es ahora el más bello tatuaje de amor que me recuerda volver a mí, cada vez que la veo, cada vez que la siento, cada vez que mi mente se resiste a entregarse al momento presente, pues uno solo se entrega con el cuerpo, sintiendo, amándose, reconociéndose, sus batallas, sus logros, sus creaciones.
Así que te lo comparto con cariño para que en tus momentos difíciles recuerdes siempre “volver a ti”.
Volver a mí
Para no perderme
Para serme
Para descubrirme
Recrearme
Reinventarme
Repensarme
Sentirme
Soñarme
Seducirme
Siempre yo
Y no siempre igual
Transformo
Transmuto
Trasciendo
Versiones de mí que mueren
Sueños que nacen de mí
Sí, me transformo
Creo y descreo
Soy
La que soy
Lo que soy y lo que hago
Lo que sueño
Tengo
Ganas de amar
Hambre de placer
Sed de crear
Pienso
Más allá de lo que era
Más allá de lo posible
Más allá de las palabras
Siento
Emociones en cuerpo y alma
Sensaciones a flor de piel
Intuiciones innegables
Creo
En lo que no se ve pero se siente
En lo que no se toca pero se sabe
En lo que no se mide pero vale
Sueño
De día y de noche
Me enamoro de mis sueños
Inspiraciones del corazón
Creo
Avanzo
Aprendo
Integro
Me equivoco pero siempre vuelvo
Vuelvo
Vuelvo
Una y otra vez
Sin principio y sin fin
A mi centro
Mi Verdad
Lo que queda cuando vuelvo
Lo que nunca cambia y permanece
Cuando vuelvo
Vuelvo a mi
A mi cuerpo, corazón y alma
Soy la que escribe
La que siente
La que ama
La que llora
La que cambia
Soy la que respira
Y lo que me respira más allá de las palabras
Volver a mí para desnudar mi alma
Enamorarme de mi esencia una y mil veces
Aprender a amarme
Amar mi camino
Recibir de la Vida
Entregarme a la vida
Soy las dificultades que traduzco el milagros
A eso vine y en eso esto
A dar vida y darme vida
A parirme cada día
Y tú, ¿a dónde vuelves cuando vuelves?
Con amor,
Mariana
PS: Gracias por llegar hasta aquí, me encanta compartir contigo. Creo que todos somos espejos y que nuestras experiencias compartidas nos invitan a sanar, a atrevernos a ser más auténticos y libres, a amarnos de verdad.🩷
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Marianita, primero gracias por compartir.
Me movió mucho lo que dices de cuando "Ya no estás tú al control".
No dejes de escribir.