Mi embarazo, un viaje hacia adentro
Gestar una vida te invita a gestarte, pues nace un bebé pero también una madre
Te cuento que estoy a días de dar a luz y siento mil cosas a la vez, y lo que más siento es una profunda admiración a todas las mujeres que se han convertido en madres, por su entrega, por su amor, por su dedicación en cuerpo y corazón a sus bebés dentro y fuera de ellos.
Esa energía femenina y esa biología, indomable e imparable, que te piden nutrir a esa vida, protegerla, contenerla, atenderla, cuidarla; amarla.
Sé que cada embarazo es un viaje diferente y hablando sobre el mío, te comparto lo que he experimentado, y te puedo decir que gestar una vida es un acto de amor y servicio profundo, ahora hay alguien más a quién cuidar y por quién velar, por el resto de tu vida.
Y, no solo tu cuerpo cambia, te crece la barriga, tus hormonas bailan a veces armoniosamente y otras, ¡ufff, qué caos! Tu alimentación cambia, el tipo de ejercicio que practicas también, tus niveles de energía y tus estados emocionales parecen una montaña rusa con tremendas subidas y tremendas bajadas, los síntomas del primer trimestre te pueden tirar a la cama literalmente, a mí ni el agua simple me entraba… Y sabes, vale toda la alegría, porque no se trata de estar bien o estar mal, sino de encontrar tu equilibrio como en todo en la Vida, que a veces hay días grises y otros son simplemente un arco iris asombroso, y está bien, porque de los contrastes aprendes y más que nada te conoces.
Y como cada Rito de Paso, como cada Gran Cambio en tu vida, gestar a un bebé significa un antes y un después, de mujer a madre. Y esto es justo de lo que te quiero hablar, pues creo que el embarazo, o bien se romantiza o no se habla de lo retador que es, especialmente a nivel emocional, psicológico y espiritual.
Cuántas mujeres no comparten sus síntomas por miedo a que su cuerpo “esté mal” o que algo esté fallando con ellas, y a mí me paso, incluso expresar mis emociones pues “¿qué van a pensar de mí si el embarazo es lo más bonito que te puede pasar?”. Creo que hay mucha culpa y mucha exigencia de cómo se “debe” vivir un embarazo, pues se nos ha olvidado lo caótico, misterioso, animal, salvaje, y natural que en verdad es, y cuando todo cabe entonces tienes posibilidad de navegarlo con más suavidad y mucha más compasión, primero hacia ti misma.
Creo que la confianza es un músculo que se entrena mucho durante el embarazo, confiar en ti, en tu cuerpo, en el desarrollo de tu bebé, en que ambos saben lo que están haciendo, confiar en la Vida. Pues no te queda más que hacer lo mejor que puedes con lo que eres y tienes y soltar todo lo demás, pues te queda claro que no puedes controlar cómo se desenvuelve el proceso, solo te queda confiar, confiar en el Gran Misterio y en la sabiduría infinita de tu cuerpo y responder a cada invitación que se te pone enfrente con conciencia y en presencia.
Y es que una cosa es tomarte tus suplementos e intentar comer saludable y otra muy diferente es mirarte por dentro y empezar a ver todos los miedos y emociones que surgen, todas las preguntas sin respuestas, todo lo que no quieres repetir o sí de tu propia madre, tus heridas aún abiertas, los patrones de tu linaje, los dolores de tus ancestras, y darte cuenta que estás muriendo a quién eres para dar lugar a la madre que ya eres y te estás convirtiendo, y ese es otro viaje, uno que pide todo de ti, mucha sanción y conciencia, y sobretodo comprensión y compasión hacia ti misma.
Descubrí también que mucho del miedo que sentía era esa falta de “modelos” y de ejemplos de mujeres que me acompañaran y guiaran sobretodo al principio de mi embarazo, que me contaran su experiencia real, cruda, y honesta, que no todo es color de rosa como te cuentan y que brillas por arte de magia, que el embarazo vivido de manera consciente te va a retar, te va a poner de rodillas, pero solo para descubrirte de verdad, para que descubras tu esencia y tu poder.
Y es que ser madre te pide tomar tu lugar y tu poder en la vida, y sobretodo, tomar tu voz, poder escucharla y expresarla, desarrollar tu intuición y guiarte de ella sin explicaciones ni justificaciones, todo lo que escondiste, tapaste, rechazaste o no quisiste ver antes se te pone delante, y tienes dos opciones, seguir evadiéndolo o empezar a mirarlo, sanarlo, darle un espacio dentro tuyo y ver qué te pide, qué mensaje trae para ti. Y que si se te pone delante es porque puedes con ello, que tienes la capacidad, potencial y fortaleza para atravesarlo y responder de la mejor manera desde tu corazón.
Que cada mujer tiene el derecho y la responsabilidad de elegir cómo vivir este transito tan majestuoso y profundo, si sigues tu intuición en lo que sabes y sientes necesitan tu bebé y tú, si haces preguntas incómodas al doctor, si pones límites a la hora de que la gente opine sobre lo que deberías o no de hacer, y sobretodo, la forma en que quieres traer a tu bebé al mundo, el parto. Pues cada mujer tiene su propia llamada y depende de cada una diseñar el camino lo más amoroso posible para una misma y para su bebé.
Ahora que me acerco al parto, lo que me doy cuenta es el tremendo miedo que se le tiene, y no me excluyo, sobretodo si es tu primer parto y sí decides hacerlo de forma natural y respetada.
Pues se ha separado la biología de lo espiritual y emocional, hay mucha información científica, estadísticas, técnicas, sobre el embarazo y el parto, todo se vuelve muy mecánico, “si esto, aquello”, como si fuéramos robots, cuando en verdad, lo que se ha puesto en último lugar e incluso muchas veces olvidado y menospreciado, es el apoyo y contención emocional y espiritual, acompañar a la mujer en esta transición con amor, escucharla, darle espacio para expresarse, para mirar sus miedos, para ver su sombra, para sanar sus heridas del alma, para alentarla a tomar su poder y su voz, para confiar en ella misma, en su capacidad innata de gestar, parir y ser madre, recordar y dar fuerza a esa parte instintiva y animal, como dice mi doula “despertar el instinto”.
Entre tanta lógica y “deber ser”, me perdí en voces que no eran mías y me di cuenta que lo que más falta me hacía era aprender a sentir, sentirme, sentir a mí bebé dentro mío. El milagro más grande y hermoso de la Vida, 2 corazones en un mismo cuerpo, 2 almas acompañándose día y noche, 2 cuerpos en uno, creo que las palabras no alcanzan para describirlo y solo puedes sentirlo si eres madre y lo has experimentado. Y fue así que me di permiso y cree el espacio dentro de mí para sentir a mi bebé, pues cuando sientes de verdad, le abres la puerta a tu corazón y te aventuras a la metamorfosis de crecer a un ser humano dentro tuyo, para así sentirnos, respirarnos, comunicarnos, amarnos; entregarnos al Gran Misterio.
Cuando siento a mi bebé y no solo la pienso o acaricio mi barriga, me doy permiso también de decir adiós a mi versión pasada y darle la bienvenida a la nueva versión de mí que se está gestando también, me doy permiso que mil emociones me inunden, a veces siento miedo pues me doy cuenta que realmente no controlo nada y que lo mejor que puedo hacer es vivir en presencia, pero también siento alivio porque sé que ella me escogió a mí para ser su madre. Me adentro a lo desconocido, me conozco como mujer y me descubro como madre.
Sí, siento sus movimientos dentro de mí no solo como un simple movimiento, sino como la Vida misma moviéndose dentro mío, y me doy cuenta que el embarazo es eso abundancia de emociones, sensaciones, cambios, retos; amor.
Ser madre es un acto de entrega y también es un acto de poder.
Y que todos estos meses, inesperadamente, si algo me han dado es la oportunidad de reencontrarme conmigo misma, ahora más valiente, más humana, más vulnerable, más yo, y que invariablemente, entre más me ame a mí misma y me sea fiel, mejor regalo no le podré dar a mi hija, pues le daré permiso de hacer lo mismo para ella.
Si eres mamá te abrazo con el alma, gracias por prestar tu cuerpo y expandir tu corazón.
Cuéntame en los comentarios, ¿cómo fue el embarazo para ti, qué aprendizajes te regalo, sentías miedo, o te sentiste más fuerte y poderosa que nunca? ¿Cómo fue tu parto? Compártenos tu experiencia mujer para que otras mujeres puedan leerse en tus palabras, para que otras madres resuenen y sanemos juntas.
Con amor,
Mariana
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