He muerto mil veces y he renacido mil veces más
Pues enterrar lo que no soy es dar a luz a lo que sí soy, mi esencia más mía y más libre
“Porque en cada muerte hay un nacer, por eso duele estar tan vivo.” Alonso del Río
Sí, he muerto mil veces y me he dado a luz más de mil veces, tan solo en esta vida, y sabes, ha valido la pena cada gota de sangre y de dolor, cada lágrima derramada, han tenido un propósito y un sentido, el que yo les he dado.
Pues mis huesos se los ofrendaré a la Madre, mi Madre Tierra, que me vio nacer, pero mi espíritu me acompañará para la eternidad, más allá de los tiempos.
Lo único que me llevaré de esta vida y de este cuerpo serán mis experiencias, mis memorias, mis sentires y mis grandes lecciones de vida, por eso elijo sentir y elijo vivir, elijo vivirme, muy mía, muy real, muy yo, y así me comparto contigo y conmigo.
Es por eso que elijo la muerte porque elijo la vida, pues cuando aprendes a morir aprendes a vivir también, valoras la Vida y aprecias tu vida; aprecio mi vida. Pues no es cualquier muerte, es la muerte que me inicia a mi camino, la que me enseña quién soy cuando no queda nadas más que mi verdad desnuda.
Sabes, mi cuerpo se marchitará al ocaso de mi vida, pero mi alma florecerá, y me diré a mi misma segura y dichosa con mi último respiro, “sí, supe vivir, vivirme, aprendí a amarme”.
Y es que no solo se entierra al cuerpo, entierro a mis identidades caducas, mis creencias limitantes, mis formas de ser que me lastiman por no dejarme ser quién realmente soy, esa esencia gozosa, radiante, hermosa; libre y deliciosa.
Entierro todo aquello que el ego buscando mi supervivencia, me negó ser, me negó sentir, me negó soñar, me negó hacer, hasta que un día me di cuenta que el ego cumplió su función y era hora que el Gran Maestro corazón sea el líder y maestro de mi vida.
Y como todo entierro merece su duelo, sentir el dolor de las despedidas y transformarlo en algo más, aprendizajes de vida, sabiduría. Despedirme con amor y gratitud, ya no hay cargas, lo que hay son rezos a la Vida por este milagro, mi vida.
Así el dolor de lo que muere ya no pesa ni ciega, ya no lastima, tan solo me enseña si así lo elijo, y entonces comienzo a “ver”, ver de verdad, suelto lo que no soy para poder crear espacio sagrado para lo que sí soy y quiero, parir a mi esencia, y entonces darme a luz, y atravesar el portal, no uno, mil, diez mil, y los que hagan falta para encontrar la verdad que me habita.
Entonces podré irme en paz y libre, pues Vida nada te debo, nada me debes.
Y sí, al final entregaré mis huesos a mi Madre pero mis memorias le pertenecen a mi espíritu más allá de los tiempos, lo que di, lo que recibí, lo que creé, lo que soñé, lo que sentí, lo que me amaron y lo que amé; me amé.
Por eso te invito, no tengas miedo a “morir”, tenle más miedo a no vivir, y convierte ese “miedo” en muchos partos de tu Ser.
Porque en cada muerte hay un nacer, un renacer, el tuyo. Date a luz.
Con amor,
Mariana
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