“El dolor o te hiere o te cambia” (Parte 1)
Alguna vez hace unos meses escuché por casualidad esa frase cuando fui a saludar a mi papá un domingo por la tarde...
“El dolor o te hiere o te cambia”, alguna vez hace unos meses escuché por casualidad esa frase cuando fui a saludar a mi papá un domingo por la tarde. Escuché desde la puerta que él estaba viendo una película, su costumbre dominguera favorita para relajarse y disfrutar una tarde. Él estaba en la cocina y yo sabía dónde encontrarlo, pues su placer más grande es comer algo dulce antes de dormir, ¡y si es viendo una película mejor!
Él estaba sentado en el banquito gris de la cocina, las luces estaban casi todas apagadas era como si no quería que supieran que él estaba ahí, tenía una galleta de chocolate en la mano y un vaso de leche bien frío, creo que hay costumbres de la infancia que nunca cambian y te traen cierta paz repetirlas, se sienten como un apapacho. Galletitas con vaso de leche bien frió es el apapacho de mi papá.
Lo miré, le sonreí y le di un beso en la frente, él me dijo que me quedara con él a ver la película pues sabía me iba a gustar. Yo sé que el solo buscaba que yo me “distrajera” y pensara en algo más que en lo que llevaba meses pensando, sintiendo.
Antes de seguir con la historia, déjame te cuento que esos eran meses difíciles para mí pues estaba atravesando mi divorcio, mi mundo como lo conocía se deshacía por minuto, la tristeza tocaba a mi puerta cada dos o tres horas, mis ojos lloraban por sí solos, quería estar sola, quería estar conmigo. Yo sentía que más que vivir estaba deambulando por la vida, sin sentido, sin dirección, sin un norte que me guiara.
El destino que creía mío y para mí se había ya derrumbado hace meses, y la Mariana que creía ser empezó a morir. Y es que yo sentía que enterraba partes de ella un día si y otro no, enterraba sus sueños, sus ilusiones, sus anhelos, sus expectativas, enterraba sus historias, enterraba la historia compartida con esa pareja que alguna vez fue mi mundo entero, uno no se casa pensando en que se va a divorciar algún día, uno se casa con la esperanza y alegría de poder compartir sus vidas juntos y crear una familia “hasta que la muerte los separe” (hoy he aprendido que más que tener expectativas así, hay que vivir en el presente y actualizarte constantemente, que los para siempre no existen, pero esa es otra historia por contar).
Y toda esto para decirte que en ese momento cuando entré a la cocina a saludar a mi papá escuché esa frase: “el dolor o te hiere o te cambia”, y en ese instante se quedó tatuada en mí con plumón indeleble, la vida ideó un plan perfecto para que yo deseara en ese momento ir a saludar a mi papá y entrará a a la cocina en el momento indicado en que el protagonista de la película decía esa frase.
Pues en ese proceso de “dejar morir” partes de mí y quién creía ser y lo que debía de hacer, llegó la frase, justo cuando necesitaba escucharla. Pues creo que el dolor ya me había herido tanto, que sentía que me ahogaba en él, me tomó y poseía esa sensación de indefensión, una pesadez que no entendía cómo era posible que mi cuerpo pudiese resistir tanto dolor, desesperación, confusión, angustia, tristeza, enojo… pero en ese momento algo hizo click dentro de mí y al escucharla sentí tanto amor y compasión por mi cuerpo y por mí misma, por mi historia, que al final me rendí a sentir, sentirlo todo, pero ya no más con la mente sino con el corazón.
Era momento de que ese dolor me atravesara por completo, por cada célula de mi ser, me transformara, me cambiara para siempre. Estaba lista para cambiar, para soltar el control para dejar de querer tener razón y que las cosas fueran como yo hubiera querido. Solté, deje de resistirme a mi dolor, lo abracé, le di un espacio en mi corazón, lo acogí, me permití sentirlo de verdad, sentirlo con todo el cuerpo sin resistirme a él.
Y es que el sentir el dolor es un proceso, primero te “hiere” o eso es lo que sientes y piensas, pues no entiendes, lo niegas, te resistes, te culpas y culpas, hasta que un día te cambia, pues cambia algo dentro de ti, te entregas. Ya no hay nada más que perder, que lograr, que perseguir, que cambiar.
Cuando te entregas al dolor con amor y compasión, te entregas también a tu sanación. Ya no duele tan intenso que quema, ya no arde, ya no pesa, ya no raspa… y sí, sigue doliendo un tiempo, pero duele menos cada vez.
Duele pero ya no lastima, duele pero ya no mata, duele pero te enseña el camino para sanar tus heridas y para cicatrizarlas con amor, compasión y comprensión, y mucha mucha paciencia.
Sabes, la urgencia se convierte en maltrato, toda sanación tiene su ritmo, su tiempo, su proceso de desenvolverse, y es que sanar implica sentir, sentir tu dolor para luego transformarlo en algo más.
Sanar es estar abierta y dispuesta a ver más allá del dolor, pues duele pero ahora ya no solo sientes dolor, puedes sentir más emociones, puedes sentirte viva y no muerta. Duele, pero ahora es hora de renacer, salir de nuevo a la vida, prender el fuego dentro de ti, echarle más leña a aquello que te mantiene viva y quiere verte bien, completa, en paz. Y es que tú decides qué quieres seguir alimentando, tu dolor y las historias grises que lo hacen pesado, denso, cruel, o si deseas alimentar tu sanación, tu corazón, y las historias poderosas que te hacen volver a pararte con los pies bien firmes en la tierra y querer volver a bailar, bailarle a la vida, volver a sonreír, a soñar, a vivir.
Y es que dejarte atravesar por el dolor para construir un puente hacia la nueva versión de ti y tu nueva vida es un rito de paso y requiere todo de ti, sobretodo amor propio, valentía y honestidad.
Y esta historia continúa en la siguiente carta. ¡Espérala pronto!
Con amor,
Mariana
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Hola te leí y empecé a sentir y a llorar. Sentir hiere, pero te sana. Gracias 🙏🏻
Hola a Lilian, que bonito leerte y saber que mis palabras te lleguen al corazón♥️.
Sentir sana, y para sentir con el alma y el cuerpo hay que ser muy valientes, así que te felicito.
Sanar nuestros dolores del alma require todo de nosotras, ¡y sí que vale la pena!
Más bien yo diría que sentir no “hiere”, sino libera. Lo que “hiere” son esos dolores que nos piden mirarlos y sentirlos para poder liberarlos y reacomodarlos, para trascenderlos.
Mirar nuestra historia con otros ojos, unos llenos de amor y compasión, para así resignificarla y aprender lo que busca enseñarnos la vida.
Te mando amor y un abrazo muy fuerte!
Gracias, gracias, gracias por sentir con tu corazón, eso es sanar.