Dicen que la primer flecha que causa una herida es el dolor
Las flechas siguientes son de sufrimiento, ¿sabes cuál es la diferencia?
El dolor es humano y es inevitable, el sufrimiento en cambio nace del pensamiento, del apego, de resistirte a lo que es, de negar la realidad, de juzgar los hechos, en definitiva, de querer que lo que es sea diferente, quererlo cambiar como a mi me gusta o me acomoda.
Dicen que la primer flecha que causa una herida es el dolor, pero las flechas siguientes son de sufrimiento, es querer buscar la causa fuera, señalar culpables, querer ser “inocente”, querer tener “razón”, es vano gloriarme de sacrificio, “mira lo hago por ti, sufro por amor”.
Pero no te equivoques, el amor jamás exige sufrimiento ni sacrifico, y si lo hace no es amor sino manipulación. Pero nos han enseñado que el “amor verdadero” es aquel que “sufre y se sacrifica por el otro”, y repito, eso no es amor sino ego, eso no es amor sino miedo, eso no es amor sino control, eso no es amor sino querer cambiar al otro.
Y bueno, para poder “sanar” la herida y “sacar” la flecha del dolor, antes de buscar la causa fuera hay que mirar dentro, cerrar los ojos para abrirlos dentro. ¿Quizás por primera vez?
Hay que “atender” la herida con mucho amor y compasión, ser amable conmigo misma y mi experiencia, sentir ese dolor, y sin rechazarlo ni resistirme, invitarlo a tomar conmigo una taza de té, pues me ha visitado porque tiene un mensaje para mí y depende de mí descifrarlo. Y el primer paso es, sin duda, abrazar mi dolor, dejar de culparme o culpar, crear espacio para sentir, no más etiquetas, no más “deber ser”, sentir y estar por y para mí, estar conmigo.
Entonces ya no señaló fuera buscando culpables y exigiendo castigo, sino me miro, me observo sin juicio, soy testigo amoroso de lo que siento, y digo siento porque no es pensar lo que siento pues eso es lo que causa más sufrimiento. Es sentir lo que siento, es habitar mi cuerpo y el dolor que me habita, sabiendo que el dolor como toda emoción, es pasajero, que si me resisto más persiste, pero si me suavizo, se suaviza conmigo.
Y al suavizarnos juntos, el dolor ya no necesita “doler”, necesita ser visto y escuchado, y entonces, es ahí, y es así que mi corazón descubre su mensaje, lo descifra, lo alquimiza, lo transmuta. Me doy cuenta que toda experiencia es un tesoro, pues es una oportunidad para conocerme e ir profundo, para abrir espacios en mí que no conocía, para darle la bienvenida a partes de mí que rechazaba, negaba y no aceptaba, es la oportunidad de serme completa, entera, auténtica.
Y me doy cuenta que lo que juzgo estoy destinada a convertirme en ello, justo para comprender y dejar de juzgarlo. Cuando juzgo mis experiencias, mi cuerpo, mi vida, cuando juzgo tus experiencias, tu cuerpo, tu vida, me posiciono y entonces no puedo ver la totalidad que juega en ello, no puedo ver las conexiones de todos los elementos que integran una experiencia, no puedo vislumbrar el “para qué” estoy viviendo lo que estoy viviendo, más aún, ¿para qué elijo vivir esta situación? Es entonces cuando se abre una puerta a mirar diferente, a integrar lo que antes no veías, le regreso el aire a mi corazón, poco a poco, me voy dando permiso de sentir, de soltar las “armas”, de hacer tregua con lo que creo y quiero que sea, para darle entrada y bienvenida a lo que es y lo que hay. Solo así empieza la transformación de lo que estoy viviendo pues empieza mi propia transformación, de adentro hacia afuera.
El sufrimiento, por otro lado, nace de la pregunta opuesta, es decir, ¿por qué yo estoy viviendo esta situación, por qué a mí? Esa pregunta tiene infinidad de respuestas, y todas nacen del ego y del control, pero sobretodo, del victimismo y del miedo. Me reconozco carente de poder, las cosas me pasan a mí, según yo, por castigo o por mala suerte, no puedo ver más allá de mi interpretación limitada de los hechos, estoy atorada, bloqueada, atrapada. Y, ¿adivina qué?, las “flechas” siguen llegando, una tras otra, y la que viene duele más que la que ya me ha atravesado.
Pues la primer “flecha” que te hiere te causa dolor, dolor humano, inevitable. El dolor se siente, te atraviesa. Pero las mil y un flechas que vienen después, te las lanzas tú a ti mismo, y esas ya no duelen, no, lo que causan es sufrimiento. Pues al final no puedes cambiar lo que te sucede, no puedes cambiar las “flechas”que llegan a tu vida, pero siempre puedes cambiar cómo vives lo que te sucede, desde un “para qué a mí” o desde un “por qué a mí”, y eso, eso lo eliges tú.
Y que no cunda el pánico, al principio es normal lanzarte muchas “flechas” de sufrimiento, es normal querer resistirte a lo que la vida te trae y no te gusta el menú, es natural atravesar un duelo, estar arriba y estar abajo, estar bien y estar mal, estar feliz y estar triste, es humano decirle “no” a la Vida, una y otra vez, pensando que un simple mortal puede cambiar lo que los dioses escribieron en los cielos. Pasa, y pasará muchas veces, pero cada vez te das cuenta más rápido si la siguiente “flecha” es de dolor o es de sufrimiento, y ahí eliges de nuevo. ¿Cómo quiero vivir esto, qué me falta por sentir, por ver, por soltar, por aprender, por recibir; por amar?
Me he dado cuenta, a mis 33 años que lo que más me ha faltado para distinguir entre ambas “flechas” es sin duda el amor propio. Sabes, cuando te amas de verdad no te lastimas, no te pones en lugares, situaciones, relaciones que te hacen daño, sabes poner límites sanos, decir “no” cuando quieres decir “no”, y cuando dices “sí” es porque en verdad así lo sientes y lo quieres, sabes despedirte cuando algo ha terminado y también sabes darle la bienvenida a lo nuevo. Sabes, cuando te amas de verdad confías en ti misma, ya no buscas excusas ni justificaciones, no buscas “valer”, confías en tu verdad y la honras, aprendes a “ver”, ya no es lo que “aparece” o se aparenta, es lo que es y lo que resuena, tu intuición es tu brújula, tu sentir tu termómetro, tu mente tu aliada.
Cuando las “flechas” te enseñan a amarte, cuando las “flechas” duelen tanto que te rindes y dejas de lastimarte, cuando las flechas se convierten en aprendizajes y entonces dejas de lanzártelas, el miedo pierde fuerza y deja de controlarte, alineas mente-cuerpo-corazón, y empiezas a “ver”, ver la totalidad y no historias inconexas, se enciende la luz de tu conciencia y el amor vuelve a ser el protagonista, disolviendo cualquier flecha en más amor, comprensión y compasión, y sobretodo, en valentía y fuerza.
Y es que el amor ve la totalidad, por eso es amor, porque integra, porque invita, porque incluye y transmuta, por eso el amor sana. Mientras que el miedo solo ve una parte, separa, excluye, se siente atacado y amenazado, no ve el todo, solo ve “lo mío”, no hay espacio para ti, solo hay espacio para más miedo, y por ende, más dolor y sufrimiento.
¿Qué eliges tú?
¿Eliges vivir desde el amor y el aprendizaje o desde el miedo y el sufrimiento?
Recuerda, el amor sana, el amor transmuta el dolor en medicina, el amor siempre encuentra un aprendizaje, el amor te guía hacia tu mejor versión y tu más alto potencial. El sufrimiento siempre trae más sufrimiento, el ego se alimenta de sufrimiento pues vive de miedo, carencia y separación.
Sí, la primera “flecha” es inevitable, pero las siguientes no son necesarias cuando reconoces que eres la causa de cómo vives lo que vives, que no puedes controlar el qué pero sí cómo tiendes hacia ello, si lo aceptas y lo abrazas, y así lo transformas y te transformas, o si te resistes y lo rechazas, y así no hay “flecha” que se disuelva. Al final es tu elección si al amor que ya vive en ti y que eres lo convierte en más amor, comprensión y evolución, o si el miedo toma el control y convierte en juicio y en más sufrimiento lo que sea que estés viviendo.
Pregúntate: “¿Para qué elijo vivir esta situación? ¿Qué aprendizajes trae consigo? ¿Qué automaestría me invita a desarrollar y conquistar? ¿Qué bendición oculta no estoy viendo en esto?”. Recuerda, nada es blanco o es negro, hay infinidad de colores y todo depende desde dónde y cómo miras.
Y en este viaje de amor propio, la pregunta siempre es “¿cómo puedo amarme en esta situación?”, y que sepas así distinguir cuando la “flecha” es de dolor o es de sufrimiento.
Pues el amor no sufre, y cuando algo duele es tan solo una llamada a amar y amarte sin condiciones, una llamada a “ver” para así elegir de nuevo quién quieres ser en esa situación, hacer las cosas diferentes, tomar decisiones.
Por favor no te olvides que cada “flecha” de sufrimiento, eres tú negándote lo que sientes y lo que necesitas, eres tú deshonrando tu verdad. El dolor te enseña a no tener que repetir situaciones de sufrimiento, sino a aprender de ellas y a elegir quién quieres ser frente a ellas. Recuerda, ¿amor o miedo?.
Y es que el dolor se convierte en sabiduría cuando te informa sin emoción, cuando alineas tu corazón y tu mente con tus acciones, cuando conectas con la verdad dentro de ti, la ves y la reconoces, la abrazas y la sostienes, y eliges vivirla.
La primer flecha siempre te acerca más a tu verdad, te muestra el camino hacia ti misma, las flechas siguientes son un recordatorio de que te estás alejando cada vez más de tu verdad, de ti misma.
Es así que los aprendizajes surgen del dolor y no del sufrimiento. ¿Qué eliges?
Con amor,
Mariana
Taller/ceremonia online: “Agradecer para renacer”
Si sientes que el 2023 te lanzó muchas “flechas” y quieres abrir un espacio para empezar a “ver” de verdad y poder disolverlas en aprendizajes y sabiduría, si sientes que es momento de iniciar tu viaje de amor propio y honrar tu verdad para recibir el 2024 alineada mente-cuerpo-corazón.
Te invito este 9 de diciembre a las 10:00 am CDMX a disolver “flechas” con amor, a sentir y a sanar juntas en un taller/ceremonia que no se te olvidará.
Cerremos este año honrando nuestras experiencias, eligiendo el amor y acercándonos cada vez más a nuestra verdad. ¡Te espero!
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